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Crónicas de San Pedro Alcántara - T02-P16

Crónicas de San Pedro Alcántara - T02-P16: San Pedro Alcántara. El lavadero y la Guardia Civil, 18 Abril 2022

Descripción

El recuerdo del lavadero hizo al Ayuntamiento desmontar la vieja fuente situada en la Plaza José Agüera para, de forma poco ortodoxa, recuperar la lámina de agua de la acequia en la que las mujeres de San Pedro Alcántara, lavaban la ropa familiar, en la década de los 50. El, por desgracia para nosotros y nuestra seguridad, desaparecido Cuartel de la Guardia Civil, situado en el margen sur de la Plaza de la Iglesia, fue otro de los edificios y servicios fundamentales desde antaño para los sampedreños.

Al recuerdo del lavadero y el cuartel de la Guardia Civil dedicamos esta semana un nuevo Crónicas de San Pedro Alcántara. Esperamos que, como siempre, lo disfruten. Recuerden que pueden suscribirse al mismo en sus plataformas de streaming, podcast y música preferidas, y realizar aquí o allí los comentarios que deseen.

Texto:

En la década de 1950 San Pedro Alcántara se desperezaba lentamente. Tras la larga y penosa posguerra comenzaba a reactivarse la economía, mejoraba el suministro de alimentos y otros bienes de consumo. Se construían nuevas casas en el pueblo y algún que otro chalet en los alrededores. Comenzaba tímidamente la llegada de turismo. Conozcamos, a través de breves notas, como era el San Pedro Alcántara de 1956.

Al comenzar ese año, las fuerzas de la Guardia Civil pertenecientes al 37 Tercio, 137 Comandancia y 3.ª compañía, eran de 1 cabo y 7 guardias en San Pedro Alcántara; 1 sargento, 1 cabo y 7 guardias en el destacamento de Bóvedas, y de 1 cabo y 6 guardias en la cercana colonia de El Ángel. En total 24 efectivos. Además, el cuartel de San Pedro Alcántara disponía de dos caballos.

En enero visitó el pueblo el obispo auxiliar de la diócesis, monseñor Emilio Benavent Escuín (el titular era Ángel Herrera Oria), que también estuvo en Estepona. Se le recibió con cohetes, lo que supuso un gasto de 30 pesetas; también se le pagaron a Alfonso Lozano Ruiz 20 pesetas por el almuerzo que hizo el chófer del prelado. En total 50 pesetas o lo que es lo mismo 30 céntimos de euro.

En marzo llegaron latas de mantequilla y barricas de leche en polvo para distribuir entre los niños de las escuelas nacionales. Una sobrealimentación que no venía nada mal. Unos meses más tarde, los niños y niñas que hicieron la primera comunión recibieron un desayuno sufragado por el Ayuntamiento, costó 536,50 pesetas y fue servido por Salvador Espada Moreno.
Y quien podía costearlos, disfrutaba con los sabrosos buñuelos que elaboraba en su puesto Fernando Moreno Morales, que en febrero solicitó un permiso para poder seguir trabajando en la vía pública.

La falta de un sistema de saneamiento hacía que los vecinos arrojaran los desechos domésticos a las acequias de riego. La falta de salubridad originaba quejas de algunos vecinos, como Concepción Martín López, que habitaba en las Casillas Nuevas (lateral este de la plaza de la Iglesia), que se entrevistó en Marbella con el alcalde Francisco Cantos, para protestar por el vertido de basuras y excrementos en la acequia y alrededores de su vivienda. El alcalde ordenó a la policía municipal que extremara la vigilancia en tan céntrico lugar.

En marzo se hizo una reparación del lavadero, situado donde está ahora la plaza José Agüera, cuya agua venía de una gran acequia por la carretera de Ronda abajo. Los materiales, abonados a Antonio Peña Jiménez, costaron 2.628 pesetas, mientras que los jornales desde los días 19 al 25 de mes supusieron 473,56 pesetas. Las sampedreñas podían seguir lavando y secando su ropa al sol.

 comienzos del año 1956 se reorganizó el servicio de impuestos a los productos de consumo, los llamados arbitrios. Se encargaban del cobro tres empleados y se instaló en el cruce con la carretera nacional una caseta de madera para controlar la entrada de mercancías a la localidad. Se pretendía acabar con el fraude, como el cometido por el conductor del automóvil oficial del Ayuntamiento de Marbella, que trajo cuatro kilos de carne desde Málaga, sin haber pagado el impuesto correspondiente.

Transcurridos más de 60 años se lava, se centrifuga y se seca la ropa en casa, aunque alguien eche de menos el lavadero. Hemos ganado comodidad. En cambio, con la población multiplicada un 400 por ciento entre los ríos Verde y Guadalmina, ni Guardia Civil ni Policía Nacional disponen de cuartel o comisaría en esta zona. Si acaso una pequeña oficina para tramitar el Documento Nacional de Identidad o el Pasaporte. Hemos perdido seguridad.

Por curioso y edificante, añadimos el comentario realizado por Antonio Mata Nuñez en el Blog rosaverde.com, en el que recrea sus recuerdos de aquella época, diciendo que “la gran acequia venía por la carretera de Ronda hacia el lavadero. En los años que me refiero no había lavadero y las mujeres lavaban de rodillas. Esta acequia estaba llena de peces de río y, antes de ir paralela a la carretera, pasaba por una serrería que transformaba los troncos en tablones. Aquí se retenía el agua en un embalse, para hacer funcionar la maquinaria. Había quien se bañaba en el embalse, pero por lo peligroso estaba totalmente prohibido. Esta serrería era paso obligatorio al cementerio. Los niños con los troncos y tablones nos hacíamos columpios. Esto ocurría entre los años 1956 y 1959.

Aparte de la mantequilla y la leche en polvo también llegaron el Dicloro Difenil Tricloroetano (D.D.T.) para los piojos, las vacunas para la viruela y el aceite de hígado de bacalao.”


Texto original del historiador José Luis Casado Bellagarza, publicado en el Blog rosaverde.com, al cual agradecemos su colaboración. Edición y voz: Manuel Fernández Valdivia.

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